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Mi ciudad hoy: un nuevo modelo cívico. Libro de texto DF 2012.

Foto del escritor: Javier JiletaJavier Jileta

Cuando hablamos de civilizaciones, normalmente pensamos en las huellas y rastros materiales que caracterizaron a un cúmulo determinado de personas que vivieron en un determinado tiempo y espacio. Así, hablamos de la civilización romana, egipcia, griega, china, entre otras, y nuestra mente de inmediato piensa en pirámides, templos, coliseos, murallas e infinidad de monumentos.

 

Tenemos asociado el concepto de civilización a las carcazas, cascarón, diseño urbano o edificaciones, como queramos llamarles; sin embargo, creo que muchas veces omitimos las huellas intangibles que muchas de estas nos dejaron. Hablo del legado cultural, filosófico y de pensamiento que nos heredaron y que hasta el día de hoy viven entre nosotros, independientemente de lo material.

 

La palabra civis, en latín, significa ciudadano. Y de ahí se derivan palabras como ciudad y civilización, justamente, así como también: civismo. Y creo que es importante marcar la diferencia entre una persona y un ciudadano, puesto que, en su calidad de ciudadanos, las personas adquieren derechos y obligaciones particulares, pues se integran a una dinámica social para construir, mantener y preservar un orden.

 

En México, nuestra Constitución identifica a los “ciudadanos” como personas con 18 años cumplidos y que se encuentran en “mayoría de edad”. Así pues, podemos derivar que una civilización es un conjunto de ciudadanos que cumplen con ciertos derechos y obligaciones dentro de un marco jurídico y normativo vigente.

 

Una civilización, entonces, podríamos decir que es la conciencia social de dónde se vive y las normas que ahí permean, por lo que los edificios, estructuras y carcazas, realmente no son lo que construyen una civilización, sino lo que la contiene.

 

Así pues, al ser un trabajo que debe realizarse de manera consciente, construir una civilización conlleva un proceso humano de educar y transmitir de generación en generación los valores que son más importantes para las ciudades. Preservar su historia y legado, así como construir ciudadanos.

 

De esto se trató mi experiencia cuando tuve el privilegio de trabajar y dirigir la conceptualización del libro Mi ciudad hoy, un libro de texto para niñas y niños que se distribuyó en 2012 en las escuelas primarias del entonces Distrito Federal.

 

En ese momento, la capital del país seguía siendo territorio federal, por lo que no contaba con su propia constitución. En el ramo educativo, dependía totalmente del sistema federal. Aún así, un grupo de profesores y profesoras, coordinados por la Doctora Alejandra Moreno Toscano, tenían la inquietud de encapsular la nueva visión de vanguardia del Distrito Federal en un documento que sirviera para que los infantes de cuarto, quinto y sexto grado de primaria de las escuelas públicas de la capital pudieran tener entre sus manos un libro que, de una manera práctica y amena, les ayudara a conocer mejor los futuros derechos y obligaciones que tendrían al desenvolverse en su ciudad.

 

Todos los involucrados en el proyecto teníamos una cosa en mente: que fuera de un libro de texto, fuera un libro de civismo que hablara sobre la importancia de ser un habitante de la capital de México, una capital que consolidaba su lucha como una de las más vanguardistas del mundo.

 

El reto no era sencillo, puesto que trabajar con público infantil requiere de un marco diferente de entendimiento. Sin embargo, la experiencia valió totalmente la pena. Temas como movilidad, garantías para todas las personas, respuestas ante situaciones de emergencia, derechos, entre otras, fueron algunos que tuvimos que adaptar para que las niñas y niños de la ciudad estuvieran informados sobre lo que su ciudad estaba impulsando.

 

Queríamos que el proyecto fuera lo más amable y divertido que se pudiera, así que además de un grupo de pedagogas, contamos con el apoyo de una talentosa ilustradora que nos ayudó a interpretar los conceptos en hermosos dibujos. A través de los seis capítulos de libro, animales endémicos de México acompañaban a las niñas y niños por las temáticas del libro: así tuvimos un guajolote, una libre, un chapulín, una lechuza, el águila y un colibrí.

 

Pero, de nueva cuenta: el libro solo sirvió como una coraza, la cual impregnamos de una serie de conceptos, valores e ideologías sobre una nueva visión de ciudad. Una Ciudad de México próspera, progresista; en la que los valores y derechos humanos son para todas las personas sin importar su origen, condición social o económica, ni gustos o preferencias.

 

Queríamos que la infancia conociera que se encuentra en una de las ciudades más privilegiadas y de avanzada del mundo. En una ciudad interconectada y globalizada, y punta de lanza dentro del propio país.

 

Este libro, si bien iba dirigido a público infantil, también nos transformó a todos los adultos que trabajamos en él, puesto que nos hizo ver con otra mirada: una mirada de asombro y sorpresa, cuánto hemos avanzado en el camino por hacer de esta ciudad una de las más importantes del mundo. Y eso queríamos transmitirlo desde el inicio.

 

Aun recuerdo que, una vez terminado el libro, personal de la Secretaría de Educación del Distrito Federal, encabezada por Mario Delgado Carrillo, se instauró afuera de las escuelas a repartirlo, uno a uno, ya que, como mencioné al principio, en ese entonces aún no teníamos constitución local, y el gobierno federal era el único que tenía injerencia en cuanto a libros de texto se refiere.

 

El proyecto de Mi ciudad hoy para mí fue muy especial por todo lo que representa: no solo hacer un libro, sino transmitir a la infancia que habita la ciudad donde crecí, de los principios que nos hacen mejores personas y ciudadanos globales: el respeto, la justicia, la igualdad, el acceso a los derechos, la democratización de los servicios, el sentido de comunidad.

 

Mi ciudad hoy es un libro que atesoro mucho dentro de mi trayectoria. El equipo que me acompañó, José Carlos Barranco en especial, tuvo a bien siempre empujar para terminar de manera rápida y efectiva. Esta publicación, me recuerda que ser buen ciudadano no solo me ayuda a mí a convivir de manera sana en la sociedad, sino que me recuerda que yo mismo soy un ejemplo para las futuras generaciones, y que mis luchas por los derechos de las demás personas, así como construir una mejor ciudad, me beneficia a mí y deja un legado a todos ellos. Un legado que va más allá de lo material. Eso es construir una civilización.

 

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 2020 by Javier Jileta

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